«Proyecto Yeca» se muestra en una versión que nuevamente nos confronta con los límites y formas del arte y la cultura actuales . En un bastión de resistencia artística de la ciudad de Buenos Aires, vecino de la Villa 31 y del famoso edificio Rulero encontramos un conjunto de fotos de grandes dimensiones interviniendo los Galpones del Ferrocarril que hoy ocupa el “El Gato Regazzoni”. El desafío es doble; por un lado las propias imágenes alteran nuestro orden normal y aumentan las fisuras, encuentros surrealistas de nuestra argentinidad cercana, por otro el mismo espacio expositivo se muestra desafiante generando otros nuevos interrogantes.
La apuesta del espacio de emplazamiento juega un rol fundamental, lo que nos introduce en el segundo aspecto de la versión actual de Proyecto Yeca. Las fotos se encuentran colgadas de las chapas de los galpones, algunas de ellas apoyadas entre arbustos y ramas de árboles.
El espacio ya contiene una fuerza desmedida, grandes galpones de los antiguos ferrocarriles, hoy talleres de arte. Caminar por la muestra propone un verdadero desafío, las caminatas en el barro son habituales: Bosta de burro, gallinas, todo tipo de fierros cortantes y mucha basura son moneda corriente en el camino. ¿Por qué visitar la muestra entonces?. El autor busca fuertemente en la cultura no valorizada, rastrea signos de nuestra contemporaneidad en el campo de lo popular. Pero a la hora de mostrarlo no busca un nuevo espacio institucional de validación, sino que lleva su material al mismo espacio de problemáticas, tensando aún más la cuerda de las formas de mirar y sobre todo narrar la cultura contemporánea argentina. Así, las fotos se hallan en ese frontera, ese borde poroso que permite ir y venir, ese puro campo de acción donde los signos y formas están vivos por la propia dinámica que requiere su lectura. Nos son fotos documentales puestas cómodamente en una sala blanca, están en el barro, la calle y la chapa oxidada.