No descubro nada si digo que el arte fotográfico es un camino hacia la luz. Para mi además fue una introducción a la meditación. Me enseño a respirar, a vaciarme y a estar presente. Somos como la memoria de la cámara, que se llena y se vacía. Para volver a mirar con ojos de niño es necesario estar vacío. Mirar sin filtros ni preconceptos, como si lo hiciéramos por primera vez. Esto no significa ser un desmemoriado, las imágenes se guardan en un infinito banco de memoria al que podemos recurrir siempre que lo necesitemos. Este banco de memoria es independiente de la memoria de la cámara y la memoria del fotógrafo.

Nada mas sabroso que una memoria vacía y una archivo rico.

También me enseño el valor de estar presente. Ni en la foto que me perdí, ni en la foto de mañana. Lo único que importa es estar aquí y ahora. Tal vez esta sea la búsqueda definitiva. Estar presente y vacío.

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