Las fotos de Abadi retozan en un clima abierto de calle, viento y lluvia. El cielo, la tierra, la urbe y los cuerpos son nitidos. Son como outdoors que no promueven felicidad ni informaciones, sino la grieta circense en la que estamos embarcados, aunque seamos meros visitantes. El fotógrafo ve el absurdo del vivir, el ridiculo profundo de todo gesto vital, el desamparo que solo un primoroso grotesco puede rescatar. Desfilan rostros y situaciones que salen radiantes del teatro donde las existencias se rasgan sin que la risa del mundo –a veces triste a veces raveleciana-, deje de aflorar.