Todos somos gente de la calle, la calle nos mezcla a todos. Es aquí donde el azar social se expresa con mayor precisión. Al estar expuesto en la vía publica, el Proyecto Yeka se entregó a la rueda de la fortuna callejera. Esto significa que a las fotos, puede verlas cualquiera. Entre los cualesquiera, hay periodistas y amantes de las letras que se hicieron eco de mi propuesta, espontáneamente. Estas líneas que siguen a continuación, giran alrededor de textos de otros.

Esto fue lo que escribió el Director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, a propósito de la primera exposición de YEKA: “Las fotos de Lui Abadi retozan en un clima abierto, de calle, viento y lluvia. El cielo, la tierra, la urbe y los cuerpos son nítidos. Son como outdoors que no promueven felicidad ni informaciones, sino la grieta circense en la que estamos embarcados, aunque seamos meros visitantes. El fotógrafo ve el absurdo del vivir, el ridículo profundo de todo gesto vital, el desamparo que solo un primoroso grotesco puede rescatar. Desfilan sobre la pared –la larga pared lateral de la Biblioteca Nacional–, rostros y situaciones que salen radiantes del teatro donde las existencias se rasgan sin que la risa del mundo –a veces triste, a veces rabelesiana–, deje de aflorar”.

“Retozan”, “grieta circense”, “primoroso grotesco”, “las existencias se rasgan”, “rabelesiana”, nunca pensé que estas expresiones podían asociarse a mi trabajo. Admito que tuve que leer varias veces las palabras de González para asumirlas. De repente, sin proponérmelo, me había convertido en un “primoroso grotesco”. Este adjetivo, ofendió mucho al Administrador de Empresas que habita en mí, pero fue una hermosa foto que le hicieron al fotógrafo.

El primer periodista que escribió sobre YEKA, fue ANDRES HAX a página completa para la Revista Ñ, la nota abría así: “En la Plaza del Lector, al aire libre, sorprende una muestra de retratos callejeros impresos en lona vinílica. Su autor, Lui Abadi, busca masividad y esquiva el circuito de galerías y museos”.

Cuando HAX habla de “esquivar al circuito de galerías y museos” me ubica en un lugar independiente. El ser independiente, libre, atraviesa toda mi obra. Cuando lo leí, me resulto muy estimulante pero jamás llegué a dimensionar el enorme trabajo que tenia por delante. La palabra independencia casi siempre esta ligada a la palabra batalla y, no siempre ocurre en el plano físico. Es finalmente el espíritu el que nos invita a pulirlo a través de las acciones.

Algo que dijo José Esses para la revista Hecho en Buenos Aires sigue resonando hasta hoy en mis pensamientos. Escribió: “Fuerte en el espacio publico”. Este fue tal vez, el mejor halago que recibí en toda esta aventura. Yo realmente me siento así al caminar las calles de Buenos Aires. Fuerte. Esa fuerza que te da el estar convencido de lo que haces. Me sentía capaz de defender mis fotos y mis acciones. Independientemente de quien fuera el interlocutor. Sea alguien con un cuchillo, con una cachiporra o con un celular en la mano. La valentía que te da el respetar al otro. El Yo soy Usted. Aquí, las palabras de Esses: “Lui Abadi tiene la capacidad de encontrar belleza en personas y situaciones que, de tan cotidianas, ya dejan de llamarnos la atención. Pasan a nuestro lado y no nos damos cuenta. Su percepción y su sensibilidad logran que nos amiguemos con seres que todos pudimos haber visto alguna vez. Lejos de la sensiblería y los golpes bajos, sus retratos están hechos con absoluto respeto, sin burlas y permiten que el observador se involucre con la imagen.

Luis se hizo fuerte en el espacio público, donde casi todos nos sentimos vulnerables o de donde todos queremos escapar para volver a nuestras casas. Allí, encontró la materia para una obra sencilla y profunda. Y no sólo utilizó a la calle como fuente de inspiración, sino que también la revitaliza como lugar de encuentro cuando monta sus exposiciones en distintas plazas del país. Tan simple como eso. No les pidió que posen, ni les insistió para que participen de su trabajo. Les robó un instante de sus vidas. Después, lo puso a disposición de quien lo queremos ver”.

Que el espacio público lo asalten las marcas o los malhechores es más o menos lo mismo. Son espejos entre lo que deberíamos ser y no somos. La violencia es idéntica y las violaciones a los espacios mentales y físicos son sistemáticas. Por eso la urgencia de recuperar lo publico. Por eso el auge del Street Art en el mundo. Sus acciones se desarrollan en la calle, que es un terreno acéfalo de legislación o al menos vulnerable. Siempre esta la opción de transgredir cuando nadie te mira. Por eso, la forma de copiar las fotos tiene un propósito pragmático pero también ideológico. La idea fue tomar el formato de difusión masiva desarrollado por la publicidad y emplear esa potencia en favor del arte. Jugar el juego en igualdad de condiciones, con las mismas herramientas. Por otro lado siento que el arte esta guardado en salas y galerías al alcance de pocos, con puertas de vidrio y seguridad privada de por medio. Por eso inventé, o al menos eso creí, las “fotos impermeables”.

Sobre la fotografía callejera, que es el género que abordo en el ensayo, supe desde el principio que no estaba de moda, tampoco lo está ahora, mas bien tuvo su auge promediando los años ‘50. Lo que impresiona a los promotores culturales de hoy esta lejos de la comedia cotidiana. Por eso cuando la Revista Fotomundo en letras del Sr. Bequer Casaballe dijo lo que pego a continuación, me sentí protegido por “los ángeles de la calle”: “La fotografía callejera no es un trabajo menor, al contrario, porque se está precedido de un volumen cuantioso de imágenes que han sido realizadas por los más grandes fotógrafos de la historia (Brassai, Kertész, Cartier-Bresson, Salgado, Duncan, Davidson), ninguno de ellos artistas, al menos artistas en el actual concepto del término que se relaciona más con los disk-jockey que con el arte. En este contexto, La Plaza del Lector, un espacio al aire libre sobre la Avenida Las Heras que pertenece a la Biblioteca Nacional, se convirtió en el lugar para que un fotógrafo nos diera a conocer parte de lo cotidiano de una ciudad, con una mirada por momentos tierna, otras veces incisiva y crítica pero, siempre, honesta”.

La fotografia callejera, mas precisamente el retrato, es el género fotográfico que mas cerca se encunetra del amor. Vincula a las personas, las acerca. Tambien porque vive en el tiempo presente, en el instante preciso. En el retrato, el fotógrafo tiene el inmenso desafío de ganarse, en un brevísimo lapso de tiempo, la confianza del fotografiado. Si se la gana, éste se muestra tal como es: Imperfecto, como yo. Con todas sus expectativas, sus miedos, sus miserias, y sus deseos de inmortalizarse. En este punto es donde aparece la comedia. En el cruce de las imperfecciones del fotógrafo y fotografiado.

En la calle, el fotógrafo debe perder su importancia personal y lograr construir la imagen con el otro, por que la imagen es de los dos. Si eso sucede, aparece la foto. Cuando el fotógrafo tiene mucha importancia personal y comete el terrible error de juzgarse superior al fotografiado, la imágen desaparece.

Elegir la tapa de este libro me resulto difícil. Finalmente puse al Gordo, la foto más emblemática del trabajo. Mi duda radicaba en pensar que el público iba a catalogar el libro como una pieza política y lo cierto es que mis intenciones son otras. Un libro ideológico si, porque mis ideas van adentro pero no político. Sobre la foto de tapa, Alejandro Seselovsky escribió una nota, en la contratapa del Diario Critica, entre otras cosas dijo: “Los colores de la patria, la pigmentación argentina: celeste. Pero sobre todo blanca. Ninguna foto con el resplandor de esta foto, la que más acabadamente condensa algo que con tranquilidad podríamos llamar la Argentina, al menos una parte de ella, la parte más aparte”. Lo que nunca nadie supo, porque no lo había contado, es que la fortuna callejera me hizo el mejor regalo posible. El de reencontrarme con algunas de las personas que alguna vez fotografié. Si sentía que el público podía llegar a identificarse con las fotos, pero jamás imaginé un reencuentro con los mismas personas que había retratado.

Una vez, mi mujer, me pregunto mientras editaba las fotos en mi taller: ¿Sos coleccionista de personas? Esta pregunta me incomodó bastante. Cuando se me paso el enojo, pude sentir que me estaba quedando con algo que no me pertenecía del todo. La imagen ajena. En este momento entendí que la foto es de los dos. Del fotógrafo y del fotografiado. Este aprendizaje desató un mundo nuevo: El Proyecto Yeka. Poder encontrarme con Héctor Giorni, Fernendo Perfecto Fontenla, Sara Barrios y Chiche Rotman, me transformo en un hombre más libre. Y esta es sin duda, la búsqueda definitiva.

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