FOTOS A CIELO ABIERTO
Hay un colectivo que recorre Buenos Aires—desde Recoleta, en Capital, hasta Wilde, en el conurbano— que es de color verde y se llama 17. El viaje que realiza es, como todos los viajes en colectivo, bastante monótono. Más cuando atraviesa el Microcentro porteño, allí donde la ropa de la gente es seguramente negra y/o gris, y todos y todas caminan tan preocupados como si estuvieran a punto de recibir un parte médico. Por eso, cuando el 17 dobla frente a la plaza San Martín, algo del paisaje cambia. Roba una sonrisa. Relaja. Son las fotos del Proyecto Yeca las que provocan ese efecto, son algunas de las 5000 fotos que Luis Abadi (32) tomó durante tres años en la calle y ahora devuelve al espacio público colgadas… de los andamios de un aristocrático edificio que está en plena refacción.
Ellas muestran a personajes urbanos, caras extrañas, gente común fuera de lo común. Muestran a gente trabajando, a gente grande, a una religiosa. Muestran a los personajes invisibles da la ciudad, a la ciudad, su arquitectura y sus contrastes.
El Proyecto Yeca fue aprobado y declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación, ganó un premio del Fondo Nacional de las Artes y por sus rasgos particulares tiene el apoyo hasta de la Administración de Parques Nacionales. Es, además, parte del programa de la Secretaria de Cultura de la Nación bautizado Argentina de Punta a Punta. Por eso últimamente Luis Abadi, que es fotógrafo independiente y se formó en la Escuela Argentina de Fotografía y también con el reportero Marcos Adandia, exhibe sus «cuadros impermeables» a la vuelta de la esqui-na, en los lugares menos pensados. Por supuesto, es apto para todo público y la entrada es libre y gratuita.
Antes, las imágenes habían estado expuestas en la Plaza del Lector de la Biblioteca Nacional. También visitaron la Quebrada de Humahuaca y San Pedro, en Jujuy; Orán, en Güaymallén, en Mendoza; Mar del Plata y Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. «Allá, recorriendo el país, me encontré con las personas sin velos. La gente es muy frontal, te encontrás con fotógrafos que te dicen: ‘¡Ese encuadre está mal hecho! ¡Estos dos colores juntos no van! ‘. Y yo me pongo a saltar de alegría, porque en Buenos Aires no tenés posibilidades de que eso pase. Acá la gente es más distante, no se atreve o más temerosa a emitir una opinión… tal vez, porque profundiza menos. Pero en los lugares en que colgué la muestra, donde además fui a inaugurarla, me prestaron mucha atención y se tomaron la libertad de opinar con una frontalidad que, lejos de chocarme, me gusta, para mi es refrescante, esa es una de las principales cosas que rescato.»
Todas las fotos de la muestra fueron hechas en la Ciudad de Buenos Aires, en barrios como Palermo, Pompeya, Parque Patricios y La Boca, La tentación de usar la calle como escenario, con sus actores, su temperatura y sus colores primarios, ha sido desde siempre un imán para los que retratan su época. Usarla, además, como museo a cielo abierto, también. El plan es acercar las expresiones artísticas a la gente de a pie, usar los edificios como atril.
Son muchos los autores que han elegido este espacio como vidriera; como la fotógrafa estadounidense Susan Meiselas, que fotografió la revolución nicaragüense y veinticinco años después volvió a Managua y las colgó en el mismo lugar en el que las había tomado, en plan de devolverles a las y los nicaragüenses una parte de su historia. Como las tomas aéreas de Yann Arthus Bertrand que forman su impresionante muestra La Tierra vista desde el cielo que, en muchas ciudades, como Buenos Aires, fue exhibida al aire libre, en plazas. Igual que la ciudad de Madrid, que suele empapelarse de obras de arte cuando ARCO, su feria más famosa, está en marcha.
¿Por qué usó Abadi este espacio abierto como galería? Porque, dice, le encanta estar en la calle, asegura que en la calle pasan cosas, aparecen caminos, personajes, amigos, enemigos, mil historias. «Quiero estar cerca de la gente, devolver un poco, hacer justicia —explica—. Muchas de las fotos que saco son, si se me permite la expresión, robadas. Como a veces estoy al acecho de lo que pueda ver o pueda pasar, el objetivo era que las fotos devolviesen esa sensación, fueran también una sorpresa, te las encontraras en plena calle. Yo pensé: ‘Las tomo acá, las cuelgo acá’. Si las hubiera puesto en una sala o en una galería, las estaría encerrando.» Y por otra razón tan válida como la anterior: «Exponer en el espacio público también es recuperar el espacio público como punto de encuentro. La idea es jugar en el mismo territorio bajando otra historia, lejos de tos discursos de miedo o la inseguridad. Por otro lado, la ciudad es un caos de contaminación visual, no sé si estaré colaborando o no con esa contaminación. Espero que no; la idea es, justamente, ser un respiro.»